La
TIERRA sin duda es de quien la trabaja. Y ahora que las empresas extranjeras
"trabajarán" nuestras tierras, por lo tanto, serán dueñas de ellas y
de lo que de ellas emane; nosotros no tendremos que preocuparnos de esa parte. Mientras
tanto, nosotros vayamos con fe a pedir se acaben todas nuestras pobrezas.
Pidamos con absoluta renunciación y fervor a la divinidad (cualquiera que éste
o ésta sea), se alivien nuestras enfermedades, nuestra falta de sustento en el
hogar, que encontremos un trabajo digno y bien pagado, que nuestros hermanos y
padres regresen sanos y enteros al hogar. Esa es la responsabilidad primordial
de la divinidad. No es responsabilidad nuestra ni de nuestros gobernantes. Es
más, encendamos el televisor ahora. Veamos lo que la televisión nos tiene que
decir, y sobre todo, lo que nos debe enseñar. Entendamos con justo raciocinio
que la televisión, además de ser un estandarte de orgullo nacional, es la delegada
de nuestros códigos morales, sociales y culturales; consecuentemente, es la
apoderada de su instrucción. La validación educada y moderna de la propia
individualidad y nuestra sociedad, por lo tanto, le corresponde a la
televisión. Nosotros afortunadamente no tenemos que ocuparnos de ello tampoco. Y
sobre todo, no seamos insolentes. No se nos ocurra generar discusión alguna ni
siquiera fisgonear un libro. Por ejemplo, indagar por curiosidad en un
diccionario el significado de la palabra revolución sería una blasfemia. La
irreverencia, la rebeldía y la curiosidad son sinónimos de insatisfacción, perdida
de tiempo y orfandad. No nos segreguemos. No seamos vulgar enemigo de la sociedad.
Mantengámonos administrativamente unidos y defendamos la codicia de nuestros
representantes públicos, la gula televisiva y la decadencia civil! Al fin y al
cabo que eso tampoco es responsabilidad nuestra. Recordemos, la tierra es de
quien la trabaja y nosotros no estamos trabajando ésta tierra.
13 de diciembre de 2013.