3 de febrero de 2010

I

Que insoportable sabe la ausencia cuando duermes debajo de mi brazo; cuando me miras y te escurre indecisión; cuando la marginación y la pesadez de tu lengua silban canciones de lodo y de viento; cuando tus manos aterrizan en la ambigüedad. Porque la única razón que te mantiene cerca de mi es tu ego; porque la última imagen que tienes en la cabeza es un hueco de herrumbre, y la primera que tengo yo, que me heredaste hace cinco años, es de una tierra dolorosa y un silencio general.