7 de octubre de 2008

Un rayito en una tarde deliciosa

Este fin de semana fue de los más deliciosos. Pude ver a mis amigas. La verdad no me imagine que podría ver a la mayoría de ellas, pero así fue. Todas con sus momentos luminosos y los no tan luminosos. Las ví llenas de vida y de fortaleza. Y me conmoví principalmente por las dos "comadres". De las más sabias del clan , intensas, fuertes, generosas. Y me di cuenta que cuando la vida es generosa, su generosidad nos cubre los cabellos y los poros y cada una de la líneas que dibujan la piel se nos vuelven de oro y de miel. Y así vi a la comadre A, con rayos de oro y de miel despuntandose de cada poro y de cada gesto, por tanta vida que ahora le crece en las entrañas y en el alma. Y también vi a la comadre G, con rayos de luz, de lucha y de tristeza. G es de las mujeres que más me conmueven. Ha librado toda índole de batallas; las que te dejan la sangre hinchada y las que te dejan el corazón quebrado. Hacía un buen tiempo que no le veía. Pero este fin la vi; luminosa, llena de amor aunque paralizada y triste. Y me caló la cabeza y a este órgano al que todo tipo de dolor y felicidad le atribuimos pesadamente, la inconmesurable carga de amor, generosidad y tristeza. Me hizo pensar en si yo habré de tener tal capacidad para querer, pensar en si habré de tener la misma entrega. La verdad me da curiosidad de mi misma. Me siento demasiado expectante al respecto... La tarde transcurrió dulce y lúcida y yo permanente maravillada. Y como no, si este rayito de luz me hizo enamorarme de nuevo de la esperanza: